
¿Y si el colesterol no fuera el malo de la película?
Durante décadas, nos han hecho creer que el colesterol elevado en sangre es el culpable de infartos, ictus y todo tipo de enfermedades cardiovasculares. Pero la realidad es más compleja, y sobre todo, más esperanzadora: el colesterol por sí solo no causa daño. Es solo una pieza dentro de un contexto metabólico alterado.
La aterosclerosis, base de casi todas las enfermedades cardiovasculares, no comienza porque sí. Se produce cuando ciertas condiciones coinciden:
- Inflamación de bajo grado
- Daño en la pared interna de los vasos sanguíneos (endotelio)
- Alteraciones en la coagulación
En un cuerpo sano, el colesterol LDL no entra a dañar las arterias. Pero cuando esa pared interna está lesionada (por hipertensión, estrés oxidativo o exceso de azúcar), y el colesterol está oxidado o glicado (una forma de “caramelización” por exceso de glucosa que lo vuelve tóxico), el panorama cambia.
Ese colesterol dañado se infiltra en la arteria, y ahí comienza el caos: los macrófagos (células del sistema inmune) lo fagocitan para intentar limpiarlo… pero mueren en el intento.
Al morir, se transforman en células FOAM (macrófagos repletos de lípidos oxidados que se vuelven espumosos), que se acumulan dentro de la arteria, iniciando la formación de la placa.
A eso se suman plaquetas, más inflamación… y con el tiempo, el taponamiento.
Entonces, ¿cuál es el verdadero problema?
No es tanto el colesterol en sí, sino el contexto en el que circula:
- ¿Está oxidado o inflamado?
- ¿Hay daño vascular previo?
- ¿Tienes resistencia a la insulina?
- ¿Hay inflamación crónica silenciosa?
- ¿Tus triglicéridos están elevados?
- ¿Tu microbiota está alterada?
Estas son las verdaderas preguntas.
Marcadores que sí importan
Más allá del “colesterol total”:
- Ratio Triglicéridos / HDL: ideal <1. Por encima de 2, alerta metabólica.
- Glucosa en ayunas (y postprandial): refleja riesgo real a medio plazo.
- Índice HOMA: mide resistencia a la insulina.
- Lipoproteína(a) (o Apo(a)): variante genética del LDL, altamente trombogénica. No responde a dieta ni ejercicio, pero se puede modular con CoQ10, L-carnitina y estilo de vida.
- ApoB: mide cuántas partículas transportadoras de colesterol hay en sangre (mejor predictor de riesgo que el LDL).
¿Sabías que…?
- El colesterol es esencial para la vida: forma parte de todas las membranas celulares, de las hormonas sexuales, del cortisol, la vitamina D y las sales biliares.
- El 80% lo fabrica tu hígado: cuanto menos consumes, más produce.
- El LDL también actúa como antioxidante: se eleva en infecciones, disbiosis o inflamación.
- El hígado regula colesterol, glucosa y triglicéridos. Si hay hígado graso, el riesgo metabólico aumenta.
- Taurina, magnesio, polifenoles, vitamina C y ácidos grasos omega-3 ayudan a mantener las arterias limpias y el colesterol funcional.
¿Qué puedes hacer hoy?
- Prioriza alimentos vivos, sin procesar
(verduras, pescado azul, AOVE, aguacate, semillas, especias, alimentos fermentados) - Evita picos de glucosa y comidas ultraprocesadas
- Haz movimiento diario, aunque sea suave
- Regula tu descanso y tus ritmos
- Fortalece tus vínculos sociales
(la soledad no deseada también inflama)
En resumen
El colesterol no es el culpable.
Es más bien una pieza del rompecabezas.
Si tu cuerpo está inflamado, con disbiosis, estrés, toxicidad o soledad… es ahí donde empieza la historia.
Empezar por cuidar tus hábitos, tu entorno y tu descanso es la mejor medicina preventiva que existe.
Y como suelo decir en consulta:
“
La salud no es evitar síntomas, es crear contextos que favorecen la vida.”